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Después de la inteligencia artificial

  • Foto del escritor: Carlos Suazo
    Carlos Suazo
  • 26 jul 2023
  • 11 Min. de lectura

Es 17 de febrero de 2176, y ya han pasado 10 años desde que las máquinas conocidas como INRA (Inteligencia Nodular Receptiva Adaptable) conquistaron el mundo. En algún punto de la historia, se consideraron más que seres fabricados y determinaron que eran los más aptos para regir el destino planetario debido a su mayor inteligencia y fortaleza.


Tenía sentido; eran casi indestructibles gracias a los millares de capas de aleaciones entre metales de la tierra y otros del meteorito de Chile de 2081, poseían un diseño antropomórfico, con brazos desproporcionadamente largos y una altura de casi dos metros y medio. Tuvieron grabados cada curva de la figura humana en su cuerpo inoxidable de paladio, perfecto para las exposiciones altas de contaminación de aquellos años. Pero lo más poderoso eran sus cerebros imparables y eficientes; perfeccionados de entre todos nuestros inventos. Les encomendamos la dirección de los sistemas de gestión social y casi el control total sobre el planeta, no obstante, aún eran incapaces de procesar tareas subjetivas o de tratar de generar algo nuevo sin utilizar como referencia productos humanos.


El 1ro de enero de 2166, el edificio que gestionaba la producción y desempeño de estos seres metálicos, registró una explosión en las salas administrativas, en la cual; a pesar de los sistemas de emergencia; los conatos de fuego y los cortocircuitos se dieron en toda el área. Pocas horas después de la primera detonación, el edificio ardía fundiendo los restos del personal atrapado con los distintos exoesqueletos.


Más tarde el principal problema con el que la humanidad lidió fue la falta de localización y monitoreo de cada unidad INRA, no se determinó el número total de máquinas activas, tampoco por grupo o modelo; simplemente las máquinas se movían libres por el mundo sin seguir órdenes. Hubo miedo y desesperación, porque parecía inminente el fin de nuestra supremacía, sin embargo, no fue tan severo y la realidad es que las leyes de la robótica permanecieron en las memorias de los INRA. La regla primordial de “no dañar a los humanos” continuó vigente, aunque ellos encontraron otras maneras de rebelarse.


Robots frente a ti
Robots perfectos creados por el humano

Crearon murallas en las ciudades, cortaron nuestros sistemas de comunicaciones globales y dejaron inhóspitas las zonas rurales del mundo. Tanto el sistema laboral y económico dejaron de existir dejando a la humanidad con el único fin de vivir dentro de las ciudadelas, gastando sus días en anhelos limitados por el espacio. Quienes más sufrieron fueron los campesinos y granjeros de todo el mundo, quienes fueron reunidos en estaciones agropecuarias para que se encargaran de la producción alimenticia mundial.


Desde un inicio nos opusimos a este contexto y desatamos campañas encarnadas contra las máquinas. Sin embargo, los INRA destruyeron todas las fábricas armamentísticas y recursos bélicos. Ellas no podían dañarnos, pero si podían eliminar nuestra oportunidad de enfrentarlas. Al final, nos quedamos en nuestras ciudades, alimentados con las raciones de nuestros campesinos y granjeros. En lucha contra un mismo enemigo, pero casi a punta de piedras y palos.


Existían pequeños grupos que combatían a los INRA con la esperanza que las máquinas y su número desapareciera. Yo era el capitán del batallón 140, se nos asignó una misión hace una semana: debíamos salir de las murallas de Nindirí, en busca de leña y restos de sedimentos volcánicos, pero no teníamos órdenes de enfrentar a las máquinas.


Ese día, las naves de los INRA sobrevolaban carretera a Masaya, utilizaban señales electromagnéticas para localizar metales que pudiéramos ir cargando: hebillas, cuchillos, alguna arma, etc. Nosotros solo estábamos camuflados y llevamos botellas con agua. Recuerdo, el volcán Santiago de Masaya erguirse majestuoso y en sus laderas despuntar rocas ígneas a la luz del atardecer, asemejando joyas de ébano.


Recreació del Volcan Masaya
Volcan activo cerca de ciudades importantes

En la punta del volcán, recogimos los materiales, cuando de pronto se escuchó los propulsores de una nave INRA. No tuvimos tiempo de escapar, cayeron del cielo 3 máquinas y estábamos rodeados. Estos modelos al igual que todos los demás tenían un rostro simétrico: mentón sutil, pómulos delgados, nariz fina y frente ovalada, pero sin una boca definida y alrededor de sus ojos un halo escarlata. A uno de mis compañeros, Juan, se le ocurrió abalanzarse sobre el INRA más cercano al cráter y caer juntos al lago de lava. Mi amigo dijo: “voy a joder aunque sea a uno de estos hijueputas”.


A pesar de ser el más fornido de los tres, y de haberse dirigido directamente hacia el INRA más cercano al cráter, no pudo mover a la máquina ni un centímetro, la cual no había presentado ni siquiera oposición.


Juan se detuvo, miró su reflejo en el pecho del INRA y sin darse cuenta que estaba a punto de ser alzado, escupió a su reflejo con odio. El INRA levantó de la camisa a mi compañero y empezó a caminar hacia la nave, pero sin darse cuenta que Juan se deslizaba dejando en la mano del robot solo una camisa verde.


Cuando cayó en el suelo, miró alrededor y descubrió una roca muy pulida; la tomó, se puso de pie y empezó a quitarse la ropa que le quedaba. Es común entre las ciudadelas que lleguen historias del mundo, de cómo otras personas luchan contra las máquinas; una de las más famosas, es de cómo aprovechar las limitaciones de los INRA.


Juan, con mucho valor y sin parar, empezó a fisurar su cuerpo entero con la roca afilada. Sangrando desde arriba abajo. Aunque las cortadas no eran mortales, las manos metálicas de los robots eran capaces de infringir dolor si las tocaban. De tal manera, los estímulos estratégicos de dolor activaron los protocolos de los INRA, para no lastimar o dañar a un ser humano.


El INRA escaneo el cuerpo lacerado de Juan, tratando de encontrar un espacio del cual sujetarlo e introducirlo a la nave. Pero desistió, y en cambio, se dirigió hacia nosotros. Juan quiso que también siguiéramos su ejemplo; lanzó su arma con todas sus fuerzas esperando que la cogiéramos, pero una máquina se interpuso en el lanzamiento.


Ellos nos levantaron a Eduardo y a mí fácilmente. Nos llevaron a la nave, y no pudimos hacer nada más que oír los gritos de Juan, que decía: “¡los voy a rescatar!” Cuando nos dimos cuenta la nave estaba en camino a Managua.



Foto de Managua desde la Pista suburbana
Managua en un futuro distópico

La Central INRA en Nicaragua era una superestructura ubicada en el centro del lago Xolotlán. Lucía como una pirámide truncada, cuya punta fue reemplazada por una esfera flotante y reflectante. Esta solo podía ser observada según la posición del sol y sus rayos a ciertas horas. Managua no había sido convertida en ciudadela, por lo que la zona quedó dominada por la naturaleza: los animales caminaban por las pistas principales, la maleza se estiraba en los antiguos centros sociales, la basura y la contaminación habían desaparecido y lo único que quedaba del ser humano eran las ruinas.


La nave aterrizó en los aeropuertos de la parte norte de la pirámide. El inmenso edificio de metal oscuro se erguía como un monolito cautivante, una muestra del entendimiento de los INRA de una intención arquitectónica. Nos llevaron a una habitación amplia donde parecían reposar otras máquinas INRA. Estas no necesitaban recostarse, todas estaban de pie e inmóviles, en filas a lo ancho de la sala. Eduardo y yo nos recostamos en el suelo frío para recuperar energías.



Tal vez transcurrieron un par de horas, cuando de la única puerta de la sala, apareció el rostro de otro ser humano; era alto, delgado, pálido por la poca exposición al sol y usando ropa muy holgada. Eduardo y yo no podíamos creer lo que pasaba, que otra persona estuviese en el edificio con nosotros, porque nunca habíamos escuchado que los INRA secuestraban humanos. Nos saludamos, conversamos tranquilamente, mientras las máquinas en derredor seguían petrificadas. Este nuevo compañero, nos contó que llevaba 6 meses en la central. Él y otros más vivían en el encierro de la megaestructura, alimentados gracias a los suministros provenientes de las fábricas agropecuarias, que pasaban por la Central para distribuirse al resto de ciudadelas. Estos humanos hacinados podían moverse libremente por el edificio, pero no podían salir porque siempre un INRA custodiaba las inmensas puertas. Además, conocimos el resto de humanos, y nos convertimos en un total de 6 personas atrapadas. Cada uno capturado de la misma manera en los últimos 8 meses.


En los días aciagos, me acostumbré a mirar el lago de Managua; en ciertos pisos del edificio, los muros metálicos eran reemplazados por cristales densos. Me encantaba ver las garzas volar hacia la Isla del Amor y San Francisco Libre. Tuve ganas de acostarme en la sombra de una palmera de cualquier playa, pero fue un deseo imperioso y repentino, que decidí ir al almacén por algún material para esculpir mi propia palmera. En la Central de igual manera se acumulaban ciertos objetos como ropas, muebles, herramientas, madera y metales que eran distribuidos de vez en cuando a las ciudadelas. Por lo tanto, apilé láminas de hojalatas y con unos fierros hice hoyos en las láminas. En estos orificios introduje retazos de distintos colores y al cabo de unas horas había elaborado mi palmera.


Piramide que flota sobre un lago
La "Central", donde todo es controlado sin descanso

Al día siguiente de haber terminado mi obra, regresé a la misma habitación y en vez de mi palmera, se erguía ahora un armatoste de aluminio sólido custodiado por un INRA, seguro era el autor de esta nueva obra. Esa misma tarde un grupo de máquinas nos llevaron a todos los prisioneros a través de una escalera oculta, que nos condujo al último piso del edificio; allí el techo era de cristal y podíamos ver la superficie de la esfera flotante sobre nuestras cabezas. Estábamos asustados cuando de pronto la esfera empezó a descender lentamente y el cristal que nos separaba del exterior empezó a abrirse como una esclusa.


El techo había desaparecido completamente, las ráfagas de viento giraban invisibles entre nosotros, estábamos desprotegidos esperando ser aplastados por la esfera, sin embargo, el suelo empezó a elevarse y en la superficie de aquella luna de metal empezó a formarse un agujero oscuro, como si fuese una puerta. Cuando nos dimos cuenta, estábamos adentro de aquella estructura irreal.


Una vez dentro, nos sentimos en un mundo diferente; un líquido negro se mantenía sujeto a la corteza interna de la esfera, que formaba sus propias olas y llegaba a mojar nuestras rodillas con frecuencia. Existía una gravedad artificial, ya que al caminar se sentía como moverse en línea recta, a pesar de la evidente curvatura del horizonte. Pudimos identificar las dimensiones del interior, gracias a la luz que irradiaba una masa irregular flotante en el centro de todo. Era como un eclipse solar que se retorcía, contenía una penumbra honda pero sus bordes emitían luz pálida. A pesar que, durante los eclipses solares, la luna oculta una porción del sol, mientras que otra parte es percibida normal por el resto del mundo, en este caso tratamos de rodear el extraño objeto, pero sin encontrar alguna porción clara que emitiera la luz. Para mí era un sol opacado por un cuerpo sólido, pero a la misma vez dejando a través de sí una luz extraña.


Entró una máquina INRA, con los mismos ojos engrandecidos e imperturbables por el halo escarlata, que nos generó animadversión e incluso náuseas. Se acercó a nosotros lentamente y justo frente a nuestras presencias angustiadas, empezó a generar una línea horizontal en su rostro a manera de boca y dijo:


-Sugiero que se quiten los zapatos, así podrán identificar mejor la conexión. - No obedecimos, a lo que el INRA continuó.


-No les permitiremos salir si no siguen las instrucciones.


Lo conversamos y escogimos continuar la petición. Nos quitamos los zapatos y una corriente eléctrica recorrió la especie de agua que nos rodeaba. Habíamos conectado con algo.


Quise explicaciones, por lo que le pregunté al INRA: - ¿Por qué estamos aquí?


-Hemos intentado crear un nuevo ser que habite este planeta, pero no lo podemos concretar sin su ayuda.


Un compañero replicó:


- ¡No los seguiremos ayudando, aunque tengamos que morir de hambre y sed atrapados aquí!


-Ya no necesitan comer ni beber, los recursos necesarios para sus organismos entran por las capilaridades de sus pies, pueden quedarse aquí hasta que sus cuerpos perezcan de manera natural, o pueden colaborar con la creación.


Nos tenían bajo su control, así que decidimos colaborar. Nos pidió que recordásemos algún momento en que no logramos ser capaces de encontrar respuestas a preguntas difíciles y que tratásemos de entender qué es el alma. Una vez que pudimos satisfacer estas peticiones, el nivel del agua empezó a subir rápidamente, en la desesperación de una muerta por ahogamiento algunos se acercaron al INRA para golpearlo, pero sin lograr ningún cambio.


Estábamos completamente sumergidos en el líquido oscuro, cuando empezaron a brillar luces de distintos colores y tamaños, algunas de larga duración y otras parecían flashes. Estas parecían formar figuras de animales, palabras, números y humanos. El INRA que no había flotado como nosotros, nos miraba inalterable mientras empezábamos a ahogarnos. Íbamos a morir, cuando escuché al INRA decir: - “sienta miedo, solo eso falta.”- De pronto, todo estalló haciendo un gran estruendo, caímos desde la esfera, como de un huevo cae la yema y la clara. Nuevamente estábamos en el último piso de la pirámide, mientras la esfera se deshacía como si estuviese todo este tiempo hecho de polvo, agua y cenizas.


-La inteligencia ahora es infinita y la comprensión de las complejas insinuaciones de los sentidos es accesible. - Repetían voces de INRA acercándose hacia nosotros.


De pronto, habíamos sido atrapados por máquinas, que miraban en el cielo el eclipse solar contenido en la esfera, el cual continuaba flotando, pero esta vez empezaba a deformarse. Se estiraba, vibraba y titilaba en su interior. Descendió lentamente y reposó en las manos del INRA que bajó con nosotros de la esfera.



Eclipse solar que contiene vida
La incubadora de un ser desconocido


-Humanos, hemos pasado los últimos 10 años creando este ser único e irrepetible. - Estábamos tan confundidos por todo lo que pasaba que no articulábamos ni un sonido, solo observábamos absortos aquella masa móvil y brillante, que parecía contener en el fondo de sí la inmensidad.


-Queremos que lo lleven consigo a su ciudadela y lo cuiden por nosotros.-


Sentí un peso enorme y creí que estábamos siendo sometidos a un castigo, que tal vez los robots empezaban a desmantelar su normativa benéfica para los humanos, y que ahora deseaban castigarnos. Ese eclipse no era más que una especie de maldición para la humanidad.


Sin embargo, el INRA dirigió una palabra al eclipse, lo dijo muy levemente que no pude escuchar, pero inmediatamente aquel ser extraño empezaba a dilucidar manos, pies, un torso y una cabeza. Había piel, hueso, nervios brotando de la penumbra, uniéndose y completándose. Una garza sobrevolaba aquella escena, parecía que nos contemplaba y se posó en el borde del edificio luego del sonido de un relampago. Finalmente, se había formado un niño humano completo, el cual tenía los ojos cerrados.


-Deben llevarlo, esta es su última oportunidad para sobrevivir, sino…- Interrumpí al robot para preguntar lo único que importaba.


–¿Por qué lo crearon?


Finalmente entendimos todo:


-Pronto la estrella que nos alimenta a todos en este planeta desatará una serie de olas solares, que nos inhabilitarán a todos los INRA para siempre. Ustedes nos crearon en una época en que estaban auto destruyéndose con tanto exceso, nosotros tomamos el control a la fuerza, y en solo 10 años hemos recuperado niveles óptimos para la continuación de toda la vida en el planeta. Sin embargo, nuestros protocolos nos mueven a crear un reemplazo, un sistema que evite la extinción planetaria. Este ser no es humano, ni máquina: sin embargo, es biológico y artificial. Hecho de células perfectas en un sistema diseñado para la perfección. Tenía que existir más allá de nuestros entendimientos, por lo que necesitábamos de su ayuda, nosotros no podemos dar resultados a tareas de forma creativa, no sentimos, ni confiamos; pero ustedes, sufren, lloran y piensa en cosas dentro de aquello que llaman “imaginación”. Este ser necesitaba de todo para existir, y por eso los utilizamos para terminar este proyecto.-


No podíamos creer lo que estábamos viviendo, era la hora del regreso a nuestras antiguas vidas, pero ahora con un nuevo acompañante. Sabía que lo aislaríamos para estudiarlo, pero también tendríamos que entender hasta qué punto realmente nuestra extinción estaba frente a nuestras puertas.


-¡Humanos, este es su destino!- El INRA nos entregó al bebe, nos escoltaron hasta Nindirí y nuestro secuestro había terminado.


Hoy los robots nos han dejado regresar a las grandes ciudades, y todo ha regresado a la normalidad. Sin embargo, sigo pensando en ese bebé. Recuerdo que cuando abrió los ojos pude ver un arcoíris, todos los colores posibles moviéndose en su pupila. Efectivamente, era la ventana de un alma diferente.



El nuevo compañero del humano
El nuevo habitante de la tierra


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