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La trompeta invisible

  • Foto del escritor: Carlos Suazo
    Carlos Suazo
  • 25 ene 2022
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 6 feb 2022

Vivir es el reto en sí; una actividad de alto riesgo o un frecuente salto de fe. A como tras cada vuelta de esquina hay una nueva calle por recorrer, para llegar un destino, así tras cada trecho de la vida alcanzado, hay un tramo más que se asoma.


Hay para quienes este viaje se lleva con piedras en los zapatos y para otros se lleva con pies desnudos. No hay que pensar que la vida es frágil, porque, aunque esta alma cristalizada que tenemos, se rompe tantas veces; sigue reflejando la luz principal o la llama primera que no conocemos.


Por ejemplo, miro a mi abuela tocando una trompeta invisible: ella coloca los dedos de su manita nerviosa sobre sus labios y empieza a soplar suavemente. Para mi, ella toca un instrumento; porque cuando lo hace sé qué tiene algo que decir, pero no tiene palabras para expresarlo. Por eso toca la trompeta, debido a que sus ideas se diluyen en sus soplos.


Es una intérprete prodigiosa. Está concentrada realizando su música sin melodía. A veces se detiene, mira al infinito que se encuentra en cada esquina y continúa nuevamente con su diálogo-música o palabra-soplo.


Pero no siempre fue así, sino hasta después de una operación por una isquemia silenciosa en junio. Le afectó bastante, aunque se podría considerar que todo ocurrió en tan pocos días, comparado a los años de personas que viven con un derrame.


Ella volvió a hablar, caminar, razonar y recordar. Bueno, a su manera. Nada volvió a ser lo mismo, fue como una reducción de una imagen de mi abuela a un recuerdo de épocas mejores. Claro, es mejor que otro resultado, es mejor siempre tener a las personas a nuestro lado que perderlas.


Debo admitirlo, este deterioro de habilidades es molesto; te acostumbras a que la persona que te cuidaba; tuviera las respuestas a todo, pero ahora cuando preguntas dónde está, quién es y hacia dónde va, la respuesta es un no sé. A veces siendo adultos completos y sanos, tampoco tenemos estas respuestas.


De las cosas más significativas que tengo de mi abuela es su humildad, y es algo que no ha perdido. Agradezco por eso. Con esto también me refiero, a la capacidad de tocar una trompeta invisible cuando sus palabras no fluyen. La humildad de respetar una incapacidad y el deseo de no rendirse.


Es decir, si no puedes hacer lo que deseas, no importa; haz lo que sea, pero no te rindas, ni te quedes quieto. Porque avanzar es el remedio contra los caminos.




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